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La percepción subjetiva del tiempo

Cuando hablamos de la percepción del tiempo podemos considerar que en nuestro cerebro tenemos varios tipos de relojes, y que cada uno de ellos se especializa de diferente rangos de tiempos.
 
Uno de los relojes es el circadiano, que está conformado por un núcleo de neuronas situado en el hipotálamo, y su función principal es controlar nuestros horarios de vigilia, sueño y la alimentación, entre otros.
Luego contamos con un segundo reloj capaz de procesar con mucha precisión, intervalos muy breves y pequeños de tiempo.
 
Es como un cronometraje del tiempo, que resulta relevante en nuestra vida cotidiana, ya que nos permite percibir el ritmo y la secuencia de los hechos, ya sea para la correcta construcción del habla, la comunicación, controlar nuestros movimientos, escuchar música, etc.
Finalmente, tenemos el tercer tipo de reloj conocido como cognitivo y se encarga de nuestra experiencia consciente del paso del tiempo. Lo curioso de este último reloj es que es muy flexible, y puede ponerse en marcha o detenerse en cualquier momento.
 
Para que esto ocurra, existe una multitud de factores que alteran las mediciones con muchísima facilidad. Por ejemplo uno de ellos es la atención que volcamos a los eventos que nos rodean. Existen varios dichos populares que lo ilustran muy bien.
 
Uno de ellos se le atribuye a Benjamin Franklin, que dijo: “Una olla observada nunca rompe el hervor”. Es decir, cuando nos encontramos en un estado de mucha atención, experimentamos una sensación subjetiva de que el tiempo pasa muy despacio.
 
Otro fenómeno perceptivo del tiempo muy conocido es el que se da conforme vamos creciendo. Sabido es que a medida que pasamos por las distintas etapas de la vida; niñez, adolescencia y madurez, la percepción del tiempo se va modificando.
 
Si hacemos una retrospección de cada una de esas etapas, fácilmente observaremos que cuando éramos niños, el tiempo pasaba lentamente, en la adolescencia comienza a acelerarse y conforme avanzamos en nuestra adultez la misma toma una dimensión vertiginosa. Al menos esto ocurre en la gran mayoría de los casos.
 
Son los adultos y no los adolescentes o niños que suelen decir: “Que rápido pasa el tiempo”. Esto nos esta dando una clara señal de que el fenómeno percibido se da en forma paralela a los procesos cognitivos.
 
En un niño todas las experiencias son nuevas y su cerebro esta poniendo en marcha un mecanismo muy complejo, acorde al proceso de aprendizaje al cual esta sometido, que luego en edades más avanzadas se va desacelerando, porque las experiencias que viven los adultos son más repetitivas, como resultado de estar sumergido en varios círculos de confort, (familiares, laborales, etc.).
 
Pero no solo los procesos cognitivos interfieren en la precepción del tiempo. Hay una frase conocida que sabe rezar: “Lo bueno dura poco” o “El tiempo vuela cuando la estás pasando bien”. En esta situación podemos observar que los factores emocionales también alteran la percepción del tiempo.
Cuando realizamos actividades muy divertidas o nos distraernos, tenemos la sensación de que el tiempo se acorta. En tanto que cuando salimos de nuestros círculos de confort y sometemos a nuestro sistema neurológico a los procesos de aprendizaje, se generan cierto grado de ansiedad, los cuales, ralentizan la percepción del tiempo.
 
Ahora bien, en base a todo lo señalado, y haciendo foco en el tiempo cognitivo, lo interesante de señalar es que si nuestra percepción del tiempo es acelerado, y sentimos que los años pasan sorprendente rápido, algo debemos hacer para modificarlo. Ya que esta es una clara señal de que no estamos sometiendo a nuestro cerebro a experiencias nuevas. Nuestros entornos son repetitivos, estamos sometidos a muchas rutinas, y por lo tanto hay poco aprendizaje.
 
Es por ello que a partir de hoy te invito a prestar más delicada atención a este factor para emprender actividades nuevas y romper hábitos.
¡ Sal de tus círculos de confort !
Atrévete a hacer actividades nuevas, aprende un nuevo idioma, a tocar un instrumento musical, no te vayas de vacaciones todos los años al mismo lugar, observa a tus seres queridos como si no los conocieras, atrévete a redescubrirte con tu pareja, cambia periódicamente de lugar en la mesa a la hora de comer, utiliza diferentes caminos para dirigirte a tu trabajo… en fin. De esto ya hemos hablado en muchas ocasiones.

Juan Carlos Lorenzo

Arquitecto, Psicólogo Social
Master Trainer en PNL & Coach Ontológico

www.pnlcbaconsultora.com   /   info@pnlcbaconsultora.com

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